Agur, Democracia
Como hemos podido saber, las
personas que den positivo en la prueba del COVID-19 no podrán ir a votar
presencialmente mañana, día de las elecciones vascas y gallegas. A priori,
puede parecer una medida de seguridad necesaria y sensata, pero si no se establecen
alternativas, es un atentado contra la ciudadanía.
Aquellos enfermos que no hubieran
emitido su voto por correo no tienen forma de ejercer su derecho de sufragio.
Es decir, semejante decisión va en contra del principio democrático y la
soberanía popular, que defienden que todos (todos) los poderes del
Estado emanan del pueblo. Es más, vulnera el propio principio de igualdad y el sufragio
universal. En definitiva, impedir el voto a un determinado grupo de población
implica una flagrante violación de varios artículos constitucionales.
Concretamente, el 1, el 14 y el 23.
En cualquier caso, legalidad no
es sinónimo de moralidad, y no hace falta que la Constitución diga misa para
que las ciudadanas y ciudadanos comulguemos con la ética. La prohibición del voto
a los enfermos no está mal porque así lo estipule la ley, está mal porque es
responsabilidad de todas y todos elegir a nuestros representantes en las
instituciones que controlan nuestro bienestar. ¿Qué legitimidad tiene un
parlamento que no ha sido determinado por la voluntad del pueblo? Desde luego,
no una legitimidad democrática.
“No pasa nada” dijeron. “Todo irá
bien” dijeron. Los gobiernos de Euskadi y Galiza decidieron convocar elecciones
menos de un mes después de un confinamiento infernal. La fecha, 12 de julio,
parecía temeraria. Ahora, la fiesta de la democracia está al caer, pero no todo
el mundo está invitado.
Aquí tampoco podemos olvidarnos
de la conciencia de clase. Por mucho que nos quieran hacer pensar que la
pandemia ha afectado a todo el mundo por igual, la realidad es que el
precariado ha sido (como siempre) el segmento más afectado. Por lo que sabemos,
son más de 200 personas contagiadas en cada comunidad autónoma. No es por ser
populista, ¿pero a qué clase social pertenecen estos enfermos? ¿Acaso la medida
no favorece a una consolidada y casposa clase política y económica? Confebask
debe estar frotándose las manos sabiendo que habrá un buen número de goierritarras
que no podrán manifestar su opinión.
Mañana, cuando vayamos a votar,
pensemos en todas las personas que no podrán hacerlo. No ignoremos quiénes son
los responsables de que hayamos dado un tremendo paso hacia atrás en derechos
fundamentales y ciudadanos. Ya que, al menos por un tiempo, las calles no
parecen un lugar acertado, demostremos en las urnas (aunque respetando las
distancias) que el fascismo, venga con el nombre y color que venga, no se
tolera.
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