Peligro: alto voltaje
Agradezco ser una persona de tensión baja porque las tensiones de la vida me abruman, y las de mis contradicciones me duelen.
Menos mal que soy de café más que de cigarro, porque si no, me quedaría dormido en los laureles (a veces lo hago).
Una pena que me guste tanto la cerveza, aunque al menos también disfruto mucho del agua.
Soporto las duchas frías casi tan bien como las de agua hirviendo (después de un rato ahumándome al vapor, las agradezco muchísimo).
También agradezco tener la luna en tauro, porque si la tuviera en cáncer, habría implosionado hace años.
A veces siento tanto, que me duele la cabeza. Las cosas me hacen muchísima ilusión. Las personas me hacen muchísima ilusión. Del mismo modo que me causan una profunda indiferencia.
La impermeabilidad con la que vivo las cosas queda compensada por la ferocidad con la que las absorbo.
A veces, siento que estoy roto. Y otras veces, siento que me rompo.
A veces, estoy incompleto, diezmado, hecho añicos. Pero otras veces, estoy pletórico, y noto cómo la plenitud rompe mi cuerpo, resquebraja mi ser porque no cabe dentro de mí.
Tiemblo. Tiemblo porque no sé hacer otra cosa. Temblar es lo único que me queda cuando me enfrento a los horrores y a las maravillas de la vida. Todo me duele, todo me abruma, todo me emociona, todo me hace temblar. Mi cuerpo se convierte en un templo del temblor sin templanza.
Tal vez no sea tan buena combinación. El caos se mezcla con lo inmóvil, la pasión con el temperamento, el pensamiento frío con la presión en el pecho, lo efímero con lo eterno. Como he dicho, las altas tensiones de mis contradicciones me duelen. Pero yo soy de tensión baja.
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