Sobre las redes sociales (o cómo echarle la culpa al perro)

Vivimos en una sociedad maquiavélica, en la que la apariencia predomina en detrimento de la realidad material. Es más importante hacer ver (o hacer creer) que eres buena persona, antes que serlo. Aparentar la felicidad o la amargura sin necesariamente ser estar o sentir ninguna de las dos cosas.

Cualquier articulista del XL Semanal puede señalar como culpable a las nuevas generaciones (millennial o Z) y al uso que éstas hacen de las redes sociales. Cómo las personas se han convertido en likes y estamos demasiado absortas por lo que transmitimos, sin preocuparnos por nuestro entorno físico o nosotras mismas. Pero ésto, como ya sabéis, es un análisis demasiado simplista.

La situación social nos crea una serie de incomodidades que nos lleva a la necesidad de autoincorporarnos en el mainstream. "Mainstream", que bien podríamos llamarlo "ideología dominante". Esta situación social forma parte de la ideología dominante, la cual está conformada no sólo por las redes sociales, sino por todos los productos culturales y referentes de la actualidad.

De esta forma, vemos el maquiavelismo en una estetización de la política, en la que prima la retórica por encima del contenido, la forma por encima del fondo. Se apela a las emociones antes que hablar sobre las necesidades materiales. Del mismo modo funcionan las ciudadanas. No nos fijamos en nuestras necesidades porque estamos más preocupadas por cómo nos leen los demás.

La cultura que consumimos nos impone unas pautas que seguir para estar en lo mainstream, y algunos productos con fama de "hacer pensar" o "despertar el espíritu crítico", en ocasiones nos envuelve de un ensimismamiento burgués que más bien nos adormece. Evidentemente, existen excepciones a estos casos. Evidentemente, consumir este tipo de producciones es tan válido como inevitable. No se trata de juzgar al consumidor, sino al objeto de consumo. La cuestión aquí es que la dependencia emocional con las redes sociales y/o la forma en la que queremos que nos vean tiene una lectura más profunda que un simple "putos millennials".

Qué irónico que aquellos que lo dicen pertenezcan a los grandes medios de comunicación, que crean y determinan (aunque cada vez menos) la opinión pública. Más irónico  es aún que precisamente estos líderes de opinión pertenezcan a la clase dominante, cuya ideología es, como ya hemos dicho, lo mainstream.

Entramos, así, en un trágico bucle en el que somos asimilados por la ideología dominante, donde la crítica a dicha asimilación también forma parte de la misma ideología. Es mainstream criticar lo mainstream.

Esto es fácil porque las formas están en constante cambio. Nuestra cultura es muy fluida y líquida, lo cual permite aparentar evolución. La realidad es que la apariencia, la retórica y la forma son diferentes, pero la ideología, el contenido y el fondo se mantienen igual.

Las redes sociales no son la causa, sino consecuencia y reflejo de una realidad mucho mayor. Pero un análisis más profundo y complejo no es verdaderamente mainstream.

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