Missfits neoliberales: la ideología detrás de Operación Triunfo

El pasado 12 de enero TVE emitía la Gala 0 de la nueva edición de su mítico programa de canto (y lo que no es canto). Veíamos, una vez más, cómo 18 personas se presentaban a una última audición antes de entrar en la Academia, tras la cual dos quedarían fuera. Los concursantes formaban un grupo de lo más variopinto, con unas historias y un pasado emocionantes. La gran protagonista de la noche fue la diferencia, e iba acompañada de un mensaje muy claro: si trabajas puedes llegar a donde quieras.

Desde su reinicio en 2017, los movimientos sociales se han alegrado de ver una representación diversa en la televisión pública. No es para menos, por fin el paradigma del hombre cisgénero heterosexual blanco como único integrante activo de la sociedad ha quedado atrás. Esto supone un gran avance para las minorías, que paulatinamente se convierten en mayorías, pero no podemos ignorar que, además de un evidente avance, también implica una asimilación de estos grupos históricamente desfavorecidos por la ideología dominante: la ideología del trabajo como leitmotiv de la vida, la ideología de un capitalismo salvaje que nos ha traído precariedad, desigualdad y mucha (muchísima) depresión.

Algunos concursantes han sufrido acoso escolar, otros han estado saltando de familia en familia o se han emancipado con sólo 15 años, incluso hay quienes han perdido un 60% de su audición. También hay personas gordas, personas racializadas, y personas a las que les gusta la música de los 80, lo que quizá no te convierte en minoría ni te margine socialmente, pero lo importante aquí es enviar al público el mensaje claro de que en este programa todas y todos son alternativos, diferentes, ajenos a los convencionalismos, en definitiva, ‘gente rara’. Nuestro Glee Club particular.

A priori, todo esto está muy bien. Parece un discurso anti-establishment a favor de la otredad de las identidades y de la isovalencia entre ellas. Sin embargo, OT es un programa que refuerza la cultura del esfuerzo. Las palabras que más se repitieron fueron pasión y trabajo. Pudimos atisbar, en ocasiones, algún destello de discurso por las mujeres, pero en ningún momento se mencionaron palabras como felicidad, salud, ni mucho menos, bienestar. En su lugar, Noemí Galera, directora de la Academia, no paró de repetir, como ya viene siendo habitual, que ‘Aquí hemos venido a currar’.
En Operación Triunfo, los concursantes se levantan por la mañana, entrenan, comen, entrenan de nuevo y vuelven a comer, y en los intersticios, deben ensayar y hacer algo gracioso que se pueda viralizar en las redes sociales. Tienen que vivirlo todo intensamente, entregar todas sus energías a ser el mejor, porque sólo puede quedar uno, y el mundo se rige por la ley del más fuerte. El que vale sigue, y el que no vale es expulsado de la Academia. Cambia ‘Academia’ por ‘mercado laboral’ y tienes la fórmula mágica del pensamiento neoliberal. Eso sí, un neoliberalismo muy inclusivo.

OT es un espejo de la realidad en la que vivimos. Durante los primeros 16 años de tu vida debes trabajar por sacar las mejores notas. Los que “valen”, estudian el bachillerato y después la universidad, un Erasmus, uno o dos másteres y, por último, si has conseguido graduarte, si te han concedido la beca, o si has sido capaz de compatibilizar los estudios con un trabajo precario, te esperan unas prácticas no remuneradas (¡se paga con formación!) que te llevan a un sinfín de trabajos temporales, pero que si te esfuerzas y trabajas, se convertirán en un contrato indefinido que nunca llega. Y de repente tienes 30 años y el alquiler sigue subiendo y tú sigues trabajando, pero no puedes más. Cuando en OT cometen un mínimo fallo, los echan y lloran. Las clases populares lloramos con ellos.
La realidad es que Bad Gyal, con menos conocimientos musicales, tiene más éxito que la mayoría de los concursantes de la historia de Operación Triunfo. Y tampoco sería de extrañar que C. Tangana o Yung Beef cobren más que cualquiera de los anteriores (qué casualidad, precisamente esos hombres cisgénero heterosexuales blancos que pensábamos haber superado). En conclusión, no importa cuánto te esfuerces por sobresalir entre la masa. El éxito no es una cuestión de trabajo, sino una cuestión de azar y de intereses por parte de las élites económicas.

Al final del día, da igual que los hombres hayan perdido su protagonismo en la ideología dominante. No sólo siguen siendo los hombres quienes mayoritariamente manejan el capital, sino que independientemente de su género, la clase capitalista tiene un único interés: el dinero. No deja de ser un avance que celebrar el hecho de que las minorías hayan sido reconocidas como sujetos sociales. Si en Operación Triunfo aparece gente tan diversa es porque su público también es diverso. Es decir, las minorías son reconocidas como público, lo cual es muy positivo, pero no debemos ignorar la ideología neoliberal detrás del concurso:  si las minorías son reconocidas como público es porque también son reconocidas como sujetos sociales de explotación. Explotación diversa, pero explotación al fin al cabo.

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