Sobre la crueldad de los veranos
Desde que era pequeño, los veranos nunca se han portado bien conmigo. Era verano cuando perdí amigos. Era verano cuando me fracturé un hueso. Era verano cuando murió mi tío. Era verano cuando rompí con mis parejas. Tampoco septiembre albergaba ninguna promesa para mí, al menos hasta que abandoné mi hogar para buscar algo mejor –y lo encontré, por un tiempo–. Cierto es que trae consigo algún tipo de esperanza o de arrojo. Durante años, he congelado los meses más –cada vez más– calurosos del año, a la espera de un reinicio. ¿Pero cómo hacerme cargo de aquel tiempo? Yo, que soy de mente –¿de corazón? tal vez de cuerpo...– Yo, que soy de cuerpo nostálgico, no puedo evitar mirar atrás, y preguntarme por este mismo día, hace exactamente un año . Recuerdo que el año pasado me dije: “Este debe ser un buen verano”. El anterior había sido uno de los peores, con diferencia. Mis acciones me habían conducido a una situación de la que no sabía cómo salir. Hace dos estaba haciendo daño a quien más qu...